Tengo el mundo en los ojos,
pero solo el mío,
solo las historias que he vivido,
los amores que he perdido,
las horas muertas de un reloj
al que se le acabaron las pilas
y quedó obsoleto
a merced del ácido y del óxido
que pudrieron su piel inmóvil
rendida al tiempo.
Tengo el mundo en las manos,
pero solo el mío,
solo el vacío anclado
a mi propia ausencia,
al llanto que me he regalado,
a todas las noches
que, solo, he pensado en ti.
Tengo el mundo en el pecho,
pero solo el mío,
solo el frío del invierno
que me vio nacer
una noche de enero
empeñada en engendrar un capricornio
temeroso del fracaso,
un ingenuo capricornio
que no cree en cartas astrales
y no encuentra la importancia de su sino
en su deslenguado caminar.
Un capricornio sin estrellas
y sin derecho a triunfar,
pues solo sabe de ocasos,
solo ve el mundo menguar.
Y es que tengo en los ojos el mundo,
pero solo el mío,
y una lágrima, también mía,
que me impide ver más allá.

Enrique Morte
@enrique.morte_poesia
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