
Esta fábula fue creada en el marco de los retos internos del colectivo y fue elegida como la ganadora por los demás miembros.
Estaban Gorrión y Perezoso caminando por la Gran Vía de Madrid; se habían encontrado de casualidad mientras se dirigían al próximo autobús que los llevaría al Retiro. Por el camino, iban conversando acerca de sus últimas conquistas; la semana pasada Gorrión encontró un bollito de pan que no compartió con sus hermanos: hacía días que no comía y se dio un buen atracón que lo tuvo horas con dolor de tripa sin poder volar. En cambio, Perezoso comentaba que le costaba mucho encontrar frutas y verduras porque siempre venía alguien más rápido que él y se lo arrebataba. Pero, aun así, no dejaba de intentarlo.
Gorrión se empezaba a desesperar por la lentitud de los pasos de su compañero perezoso.
―¿Es posible que aceleres un poco la marcha? Vamos a perder el autobús que llega en tres minutos.
―Ojalá pudiera, amigo Gorrión, pero me cuesta mucho. Si quieres, ve tú volando y ya llego yo al siguiente bus.
―De acuerdo, ya te veré otro día.
Y así fue como el pajarillo se fue volando hacia la parada del autobús dejando tras de sí los pasos lentos de su amigo. De pronto, en el camino, se encontró unos trocitos de pan que un hombre mayor estaba dando a unas palomas de un parque cercano. Gorrión se acercó y se autoinvitó al festín. Cuando se dio cuenta, había llenado tanto el buche que no podía levantarse. Apenas le quedaban dos metros para coger el autobús que ya había llegado, pero era incapaz de alzar el vuelo.
Al pequeño gorrión le pudo el sueño y durmió hasta que anocheció; fue entonces cuando despertó y vio por el rabillo del ojo a Perezoso alejándose en el último autobús del día.

Estefanía Soto
@fani_conlimon
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