Nací
con una semilla en las manos
y la planté muy dentro de mí.
Yo nunca merecí
la semilla:
nací con ella y doy gracias.
Yo regaba
en otros días mi interior
con inocencia y con sueños,
sueños de un árbol
fuerte y hermoso bajo el sol radiante o la tempestad.
Y dio frutos dulces:
manos
generosas, buen consejo,
palabras cristalinas de amor.
//
Vivo bajo una luz deslumbrante que porta el olvido,
una luz artificial, demasiado blanca.
Olvidé
que el árbol me fue dado,
olvidé dar gracias siempre y reconocerme pobre y pequeño,
olvidé
la inocencia, olvidé
los sueños.
Huye
de estos rayos cegadores que prohíben descansar.
Críate de nuevo
con esperanza y disciplina.
Recuerda:
siempre serás un niño de arcilla.
Huye.
Escucha el agua que murmura,
retorna,
déjate modelar en el oasis.

Fernando Benito F. de la Cigoña
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