Verde mortuorio

El tiempo que podría dedicarle
a mis Campos Elíseos
de breves metros cuadrados,
jamás sería suficiente
para garantizar la prosperidad
de su vida vegetal.
Me esmeraría día tras día
por cuidar el verde esperanzador
que es sinónimo de proezas,
y jamás estaría preparada
para la aparición
de las moscas minúsculas,
que se deslizan entre la putrefacción
y el olor a humedad.
Fracasaría deliberadamente.
Y todas las horas abocadas
a nutrir y amasar la tierra,
no habrían valido la pena.
Hay ocasiones en la vida
en que nada predice
ese verde, casi morado de asfixia.
Y no hay ternura que detenga
a la muerte en su campaña
de conquista celular
cuando circula, haciendo sepsis.
La química de la vida y de los colores
se entremezclan,
y al final del día
memorizo la textura
de ese gajo muerto,
que tiene el mismo color
de tu cuerpo en agonía.
Al final del día, es cierto
que los funerales son un hecho cotidiano,
al que asisto tras el arrojo
de intentar, porfiadamente,
erigir un Jardín Babilónico
en esta isla de sal.

dorita paez gimenez escritora poeta

Dorita Páez Giménez
@mariadoritapg
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