Aburrido de ejercicios creativos, apagó el alambique de ideas. Juntó el desparramo de neuronas con la mano y se las guardó a las apuradas en el cráneo. Con fuerza cerró la tapa y salió corriendo atrás del último tranvía que pasaba por la ventana. Como un niño travieso, arrancó para el parque de diversiones. A desparramar energías contenidas. A disfrutar un poco de esa tarde de sol. Montado en el mareado gusano de antenas coloreadas. Subido a la inmensa noria de chillones cangilones llenos de niños. Volando en las águilas metálicas. Azuzando los tiovivos. Su tío vivo, el único, navegaba en sus cavilaciones. Aquel que no salía de la perezosa siesta de siempre. Después de tantas alegrías que le había desparramado.
Fabio Descalzi
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