Frecuento mi porvenir,
sensibles pasos al costado,
para dar a luz
a una engañosa verosimilitud
defenestrando la posibilidad
cual engorrosa se halle.
Recito poemas sin final,
ejerzo poderío intransigente
sobre las inconsecuentes fauces
reproducidas en un óleo invisible
imposible de concebir como imperfecto.
Traslucen así las intenciones insensatas,
despedazando de esta manera la predilección,
levedad adquirida como consecuencia
de no saber cuándo decir basta. Siguiendo este sintagma,
la arbitrariedad se desglosa,
la retracción se presta al juego
de las idas y venidas
subsumidas en todas las decisiones
que alguna vez se percibieron como fatalistas.



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