Cuando mueve su mano me erotiza.
Sus dedos desatan con su forma mi imaginación
y el movimiento de su palma me hipnotiza
golpeando el subconsciente sexo del corazón.
Sus uñas pintadas de rojo me enfurecen los ojos
como el toro cuando ve el color
y muero en la plaza del sueño y del antojo
cuando pienso que embisto el traje de su amor.
Su sonrisa tibia, blanquecina, edulcorada,
revuelve en mi cuerpo la primavera
y destroza la razón de mi morada
renaciendo mi alma quinceañera.
Si imagino que tu pecho rodea mi cabeza
y oigo el calor de tu latido
mi vientre se inmiscuye en tu vestido
y mi miembro se alza en tu bajeza.
Cristiano soy, y a Cristina adoro,
y en Cristina creo y a Cristina amo.
Lo que crea y es creado nace deste reclamo,
si dios prohíbe el pecado no tiene decoro.
El sudor de mi frente se junta con el de mi pelvis
y apretar tu mano quiero para liberar la tensión,
el gemido fuerte de tu halo de fénix
multiplica por mil los átomos de la pasión.
Entre tanto empuje recíproco
mis labios buscan tu lengua para templar mi nerviosismo
y aferramos con las yemas nuestros glúteos al unísono
hasta fundirnos dos almas en un cuerpo por sí mismo.
En un momento antes del fin,
veo la luz de tu rostro, y es el más hermoso de la tierra.
No dura más el éxtasis hedónico,
firmamos tratado de paz en la más valiente de las guerras.

Diego Bustos
@diegobustos_b
Leer sus escritos


Deja un comentario