Sueño contigo
y con tu ausencia,
bailo contigo,
reminiscencia.
¿Dónde nos escondemos
cuando nos sobrepasa la angustia?
¡Cuánto nos angustiamos
cuando nos sobrepasan los desasosiegos!
¿Cuál es el precio a pagar
por tantas desdichas fortuitas?
Me gustaría saber tantas cosas
que, implícitas,
jamás serán pronunciadas al viento
y se pudrirán en más de un desacierto.
Obscenidades propias de los infortunios,
potestad para poder declarar insensateces,
cual frívolas se presenten como íntegras,
cual malintencionadas se desdibujen
las posibilidades de arriesgarse a soñar,
a soñar contigo de nuevo.
Expurgo mi conciencia de altibajos,
reniego con la baraja que me toca,
ya sin existir grises entre la impunidad,
absoluta, severa, disruptiva,
y la abolición de cualquier presagio infame
que dicte hacia dónde seguir soñando.
Restos diurnos efervescentes
que me llevan a hacerme trampa a mí mismo,
rebobinando sobre mis propios pasos,
buscando algún apremio lo suficientemente significante
como para no querer deshacerme
de las transgresoras implicancias
de un somnífero discurso que se adapta
a la palabrería representada en un infinito letargo.
Advierto que caigo en una labor obsecuente
si prosigo a seguir soñando,
soñando contigo,
bailando,
bailando conmigo,
somnolencia.



Deja un comentario