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Pelado de amores

Ayer por fin me dieron la libreta. Ahora puedo salir yo solo en el auto. ¡Solo!

Francamente, si lo pienso bien, no me causa gracia. Yosi, la chica de la vuelta de casa, ni se fija en mí. Y no tengo a nadie para invitar a salir. Por eso salgo solo. ¡Solo!

En la radio del auto suena esa música tan cursi y pegajosa. Insoportable como todas las de ese grupete de adolescentes que se hacen los galancitos. Otra más que habla de enamorados. Y yo acá estoy, comentando en voz alta, como un loco que habla solo. ¡Solo!

Al parar en el semáforo cerca de casa, me cae la ficha de toda la gente que está paseando este domingo de sol. Algunos que salen de cacería en grupos. Otros están con pareja, van de la mano. Pero yo, ¡solo!

Me miro en el espejo retrovisor. Parezco un sapo trasnochado que asustaría a cualquiera. Pelado, ojos de eterno maldormido, papada precoz que me marca el cuello, orejas saltonas. Esto parece un castigo por algo que (no) hice. ¿Por no animarme a encarar a Yosi…? Sigo rezongando solo…

Antes de que vuelva la luz verde, apuro el contenido de la lata de refresco. Me alivia la sed de líquido, pero no las ansias. ¡Cuándo se me va a dar a mí, por Dios! ¡Por qué tengo que ver a todas esas parejitas cruzando la calle de la mano, y yo no puedo conseguir lo mío! ¡Hasta cuándo seguiré tan pelado de amores, tan solo!

¡Uy! Allá adelante, lo que pasó. Esa chica que terminaba de cruzar la calle se tropezó con el cordón de la vereda. ¡Es Yosi! ¡Pobrecita! Tengo que parar el auto, ya mismo la voy a ayudar.

—No te muevas, ese pie debe de estar torcido. Mi padre es médico. Vivimos por acá cerca, puedo hacer que venga a examinarte.

—Ay, ¡gracias! Es de Dios que te hayas aparecido. ¡Cómo duele esto!

—Tranquila, vas a estar bien. Esto no es nada.

—Pero… Soy tan estúpida, caerme así, por distraerme mirando tu auto…

—¿Mi auto? Pero si no tiene nada de especial…

—Más especial es ver al volante a alguien tan cortés.

El bocinazo de un camión me devuelve de golpe a la realidad. Estaba soñando despierto con Yosi, yo haciendo de galán… No hay ninguna chica ahí. Y mi auto que no arranca… Las parejitas se dan vuelta a mirarme, muchos con cara de risa burlona.

Mi cabeza pelada debe de estar roja como un morrón de la vergüenza…

¡Solo vergüenza paso, solo!

fabio descalzi escritor autor

Fabio Descalzi
blogdefabio.com
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