Un rostro
gotea sobre la cal liviana.
Los dedos se contraen, pulsan, se abandonan.
Unas cuevas
se vacían como tuberías oxidadas
o autopistas de madrugada a estivales torbellinos.
Las farolas
desfasan la duermevela:
una entona, la otra grazna. Su foco explota
y el cristal reniega.
¿Qué compás llevaba el viento
entre sal y sangre,
rayo y trueno
esa noche en las colinas?
Era el vinagre, era la espina,
¿o qué aleja al zopilote,
vomita la espada y llora fuegos de justicia?
Por horas se abrieron llagas en la arena
y el chasquido de la noche
se volvió el cántico de ayer, de hoy, de siempre.
Lo corearán más niños que han perdido su botín.
Lo corearán más hombres con cuerpo de calle.
Lo corearán mujeres con lágrimas de rímel.
Lo corearán aquellos con el diafragma sepultado,
aquellos que comparten su respiración
en cor da.
tre ta
Porque
cuán fausto es el olvido
y peor aún, una canción
sin ritmo,
gorjeada bajo el cielo gris,
por barro acorralado.

Paris Ramírez Acosta
@paris_ramirez_ac
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