El problema del amor

La cama es un útero gigante
recubierto con colchas viejas
que huelen a piel y a polvo.
Cuando te reclinas a mi lado,
y el colchón se hunde debajo de nuestros cuerpos,
siento que flotamos entre líquido amniótico
y vibraciones secretas,
que provienen de un mundo
exterior y desconocido.
Y allí comienza a gestarse una idea
empapada en sangre,
un llanto al rojo vivo,
un propósito que arrastramos hasta aquí
desde otras existencias:
vamos a nacer, de nuevo,
para debernos el uno al otro
la respiración.

Cuando amanezca
y el sol presuma su omnipotencia
y su virilidad,
cuando se pose sobre las hojas
con sus ínfulas de emperador,
y empuje con su luminiscencia ineludible
las ventanas de este recodo,
voy a apretar fuerte los ojos
para no despertar.
Y no voy a emitir ningún sonido
que perturbe tu silencio intrauterino.
Quisiera tomar un recorte
de esta situación:
robar, como un souvenir,
tu respiración adormilada para,
en unas horas,
caminar por la calle bajo la anestesia
del vaho de los recién nacidos,
que buscan con su hocico
el camino a casa.

Así iré,
tanteando el rastro de tus ojos
hasta que me conduzcan a la pieza helada,
y el cordón umbilical
vuelva a enredarse entre tu panza y la mía,
mientras compartimos el sueño
y componemos una partitura de amor inocente,
con el compás de nuestros latidos
de siameses condenados a la distopía
de deambular incompletos.

dorita paez gimenez escritora poeta

Dorita Páez Giménez
@mariadoritapg
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