El amor es un préstamo del tiempo
que embruja los sentidos,
que engaña el pensamiento.
El amor como vórtice del alma,
el placer de los sentidos infinitos
que cuentan los minutos, los olores,
los suspiros.
Un amor simplista, un amor de casta
que trasciende al plebiscito,
que cuenta los diminutos valores,
no los cirios.
No hay carretera tan larga,
ni atardecer tan sombrío;
no hay perecer que valga,
no hay lamento, no hay hastío;
no existe una luz cochambrosa
que sacie el pasillo vacío,
no está la lluvia morosa
donde recuperar lo que es mío.
El césped verdoso dominguero
donde colgamos las pierdas baldadas,
donde observamos los cerezos perdidos
de la mano de la primavera,
el sol bañando en esmero
de luz y ausencia rodada,
donde observamos los cerezos perdidos
de la mano de la primavera.
Y es que tú no estás, creo,
y nadie dice nada,
converso conmigo mismo
en las esquinas de mi casa.
Por: Joan Aniorte (España)
instagram.com/joananiorte
Únete a nuestras redes: