
Los recuerdos se pierden, escondidos
en el vagón oscuro de mi memoria,
torpes, andan buscando la gloria
de un solo momento sin olvido.
Enajenado, arrastro mi ser embutido
en la niebla del ocaso de mi historia,
al jugarme sin par dedicatoria
de extraviar lo que ya he vivido.
Sólo y en un mundo dedicado
Tenue recuerdo, gris, distraído
en el atardecer roto y desvencijado,
de un otoño cruel y malogrado
y de todo sentido sustraído.
a lastrarme con peso de locura,
en la frontera sur de la cordura,
camino lento, sintiéndome desdichado.
Las estampas, todas se evadieron,
se marcharon en la fría madrugada,
cuando vencido el sueño, la nada
me pilló sin suerte y acudieron
de pronto, en tropel y en desbandada,
una a una, en mi mente, las punzadas
de las lanzas que blandieron
mis emociones siempre olvidadas,
los recuerdos que se perdieron.
Me alejo, susurrando, de tu presencia,
en el abrazo furtivo del destino;
arropado por tu amor vespertino
y abrasado por la demencia,
siempre, bajo el fuego mortecino,
tengo de tu cariño conciencia.
Veo tu amor allá, a lo lejos,
en la cercanía fiel de mi regazo,
postrada pasión, gentil retazo
de un corazón sin tu reflejo.
Velo, que a contemplar no acierto,
imagen borrosa, injusta mirada,
tu tibio cuerpo, tu piel dorada,
opacidad de un abismo incierto.
Tu lúcido rostro, no lo recuerdo,
no veo siquiera tus negros ojos,
cerca tu voz de mis despojos
sólo sé que tu amor no lo pierdo.
Se me nubla oscuro el sentido,
cegado, tullido y sin seso,
sólo esperanzado en tu beso
y de estar en tu amor sumido.



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