Anoche hice algo de lo que arrepentirme.
No, no vi nuestra película.
No, no empecé ninguna serie.
No, no escuché a Jhonny Cash sin ti.
Hice de lo que arrepentirte.
Decidí abrir el portón y salir,
de ti, pero no de mi vida.
Encontrarme en ese cuadro de picasso donde el terror abunda y la magia ahonda.
Re-descubrirme en las tartas de zanahoria con panacotta.
En la dulzura de Degass y las espirales de Van gogh en el pincel.
Intentar, con un café, no empañarme las gafas,
ni tampoco la garganta.
Merodear por tiendas, sin idealizar el futuro.
Detenerme a apreciar el sonido del agua al caer,
en la cascada del parque.
Retozar en el césped
y escurrirme como una gota de agua
ca
yen
do
sobre la hierba.
Sentirme humedad cuando la noche eriza
y sentir que puedo volar con tan solo correr sin mochila.
Esa mochila, ya sabes,
las palabras que esputabas a mi espalda.
Pero, sobre todo, ante todo
decidí liberarme
de ti, de nosotros,
de lo que todos entendían por tú y yo.
Me empujé a soltar la mochila,
quemar su adentro
barrer sus cenizas.
Me entusiasmé por una vida conmigo
y no con el tóxico nosotros
del que me hiciste rehén y cautiva.
Del que me hiciste sufrir de edipo
y sentir de estocolmo.
Anoche hice algo de lo que arrepentirme,
y lo siento,
pero no.
Ahora mis venas fluyen
como la libertad en mi aire
que me rodea,
sin asfixiarme,
como solía(s)n tus hábitos.




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