Humanos…
Les he oído gritar lo que promulgan pero no comulgan.
Les he oído latir como si amasen cien por cien,
aunque, luego, todo cambiase a cincuenta,
cuarenta,
treinta,
veinte,
nada
de amor.
Les he oído, por eso de que son el ser racional de la especie.
Les he prestado tanta atención como a los eclipses de sol,
o luna.
Las lluvias de estrellas,
o la misma lluvia de tus mejillas.
He intentando sentir como ellos, con la frialdad de un lago en Canadá
en un diciembre aleatorio.
Pero brota, y surge, y sale a la superficie.
Humanidad.
No sé hasta que punto he intentando asemejarme a esos seres racionales llamados humanos, no sé hasta que punto he perdido mi identidad para sentirme incluida en la manada, no sé hasta que límite me perdí para encontrarlos a ellos.
No sé si mereció
la pena o la desgracia
perder lo único que me diferenciaba de todos:
humanidad ante el humano.
Y dicen ser personas humanas en una humanidad contaminada
por lo mío,
mío,
y mío,
y dicen querer lo que en realidad
ni siquiera prestan atención.
La mentira de la sociedad se llama humanidad,
camuflada en versos,
notas,
música,
movimientos
proyectos sociales,
únicamente útiles para hacernos sentir como algo
en este universo vacuo,
en este lago congelado
repleto de aparentes humanos.
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