Viví una infancia entera en Punta Carretas, y también en la escuela, con el relato en los oídos acerca de una Madre Patria. Y no era broma, porque para muchos vecinos lo era en serio. Crecí escuchando a varios que hablaban con ceceo y marcaban todas las eses. En estas latitudes, por simplificación se les decía “los gallegos”, sin importar de qué provincia ibérica venían. Tampoco importaban mis dos apellidos italianos, porque yo también tenía lo mío, gracias a dos de mis bisabuelas: una sevillana, la otra hija de galaicos. Y también hablaba su misma lengua: el castellano. Mi única lengua materna. La lengua de mi madre. La lengua de mi patria. De la patria donde nací y viví casi toda mi vida. Una excolonia española. Con varias decenas de miles de compatriotas portadores de legítimo pasaporte español. Como hoy mi esposa y mi propia hija, sí señor.
Volviendo a esa época de mi infancia, sonaba en las radios una música tan joven como romanticona, cantada en castellano. Era del grupo Mocedades. Un conjunto juvenil tan vasco como la ciudad de Bilbao, que lo vio nacer: Izaskun, Amaia, Roberto, Javier, José y Carlos, que hizo famosos varios temas, como Eres tú y Amor de hombre. En este momento, viene a la memoria La otra España, hagan clic para verla y oírla.
Qué manera de invertir los tantos. En la primera mitad de los setenta, mi tierra comenzaba su noche oscura, en momentos en que España iniciaba su transición hacia una época de más frescura. Más democrática, moderna, libre, abierta, cuestionadora del pasado (tal vez no tanto). Muchos años atrás, Sudamérica había sido descubierta y conquistada por españoles. Ahora, eso volvía a suceder, pero de otro modo: con expresión artística.
La letra de esta canción dice así:
Con sombrero de ala ancha | y un clavel en la solapa | un don Juan se hizo a la mar. | Con la tierra a sus espaldas | la aventura en su mirada | su guitarra y un cantar. | ¡Oh marinero, oh marinero! | De su capa hizo un poncho, | de su guitarra un charango, | de su tierra otra mar. | Tú eres la otra España, | la que huele a caña, tabaco y brea. | Eres la perezosa, | la de piel dorada, la marinera. | Ah ah ah, marinera, ah ah ah marinera. | Entre notas de guitarra | les hablaba de su tierra, | de un clavel y de un balcón, | donde aún llora una niña | esperando a aquel que un día | se olvidó decirle adiós. | ¡Oh marinero, oh marinero!…
A algunos les correrá una lágrima al leer esto.: unos, por añorar la patria que dejaron atrás (¿cuál de todas?); otros, por extrañar a un padre o madre que ya no está.
Madre, una sola.
Patria, a cada cual la suya (porque también hablamos de la patria chica).
Otra España.
La desparramada por la tierra. Esa tierra mestizada, mezclada, hibridada. La de quienes hablamos y escribimos en castellano. Y lo hacemos claro. Lo decimos claro. Sin vueltas. Orgullosos de nuestra lengua. De nuestra diversidad cultural y humana.
Un verdadero crisol.
Como también lo es la propia España, la original. Tan variada y movida a lo largo de su historia. Celtíbera, romana, visigótica, judeocristiana y arábiga. Descubridora, reluciente y revisitada una y otra vez por muchos de sus bisnietos dispersos por la tierra que la extrañan y aman. Que la increpan y reclaman. Que la admiran y proclaman.
La otra España. La marinera. La navegante. Rumbo a un horizonte.

Fabio Descalzi
blogdefabio.com
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