Todos,
cerrando los ojos,
vamos soñando,
como arriesgarnos,
sin quemarnos.
Mientras,
el fuego incandescente,
a la vez inexistente,
arde internamente,
murmurando memeces.
Porque,
lo invisiblemente impalpable,
a la vez dudable,
crece vehemente,
sin abstenerse.
Pero,
el control imposible,
a la vez irritable,
impide firmemente,
al corazón acobardarse.