Me he encontrado odiando el sistema de evaluación,
odiando a profesores que no entienden lo que cuentan,
remediando el sentimiento de culpa
tras una nota.
Y ante tal injusticia,
escribo
que NO.
Abajo los bolígrafos que explotaban sobre nuestros callosos dedos
abajo el dogma de estudiar para pervivir.
Abajo el sistema
de que quien no aprueba
se consuela.
Capacitismo regodeante de ficción
sobre el cauce de unas mentes intactas
de corrupción.
Números que denominan nuestro ser.
No sirvo, un número me lo ha dicho.
Y es que ya, de nada me sirve valer
volar
sobre el cielo
si la tierra ni plantar me deja.
Ser un árbol sin raíces, sin fruto,
nunca en preocupación colectiva se volvió,
hasta hoy,
que esta nota,
en este examen,
de esta asignatura,
me haya informado
de mi desdén a la vida,
el que desconocía,
el que me han impuesto,
el que me acompañará
hasta que muera.
O quizás alguien piense
que verdaderamente
soy más que una cifra.
Muchísimo más que apenas una cifra.
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