Soneto III

Un avispero de tormenta y fuego
mi corazón besa bajo la bruma;
crece la tempestad, la luz esfuma
la marea que crece y encoge al cielo.

Que lo de ver no pudieron mis celos
al sentir sangre sin pecho que abruma
un desierto de triste arena y espuma
cabalgando en las olas, llantos presos.

Pequeñas pisadas en cieno y arena
con aquellas frías rocas aciagas,
constelaciones negras y serenas.

Y su voz tenue de esplendor apaga
todo cuanto chispea en la pena
de un vacío mar inmeso en mi alma.

(14)

Deja un comentario

Este sitio utiliza Akismet para reducir el spam. Conoce cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Búsqueda avanzada

Entradas relacionadas