Perdido en el aroma de tus balcones,
paseo absorto por calles en penumbra,
sumido en el reflejo de tus razones,
y en el asfalto gris de tu hermosura.
Y me embriago de sueños, escondido
en el jardín impoluto del encuentro,
donde el espíritu, sutil y distraído,
mora resoluto en tu misterio,
en aquel corazón abstraído,
en el perfil obtuso del silencio;
no hay más cabida que el olvido,
bajo el dintel, de sombras macilento.