11 minutos

¡Valiente!

¡Adelante, valiente! Sal de tu escondite y ven a buscarme. ¿No ves que te estoy esperando? ¿No ves que estás tardando mucho en decidirte? Si no vienes nunca nos encontraremos; no podremos vivir la vida que nos espera, esa vida que hemos imaginado juntos tantas veces y que, por si no lo sabes, yo he visto que algún día viviremos. Pero tienes que salir ya ¡valiente! Sí, esta vez hay que echarle valor, nunca jamás volverán los días pasados en los que nos encontrábamos por casualidad. Ahora, si quieres un reencuentro tú mismo debes salir a buscarlo.

¡Sal! ¡Sal! ¡Sal! Sal y pon tus pies a caminar por el camino correcto. Es muy fácil, el camino ya está ahí, te está aguardando, pero tienes que decidirte a echarte a andar. ¿Cómo? ¿Que no recuerdas cómo se camina? No te preocupes, yo te lo diré ―estoy aquí para ayudarte, para empujarte, para levantarte si te caes. Y te ayudaré, te empujaré, te levantaré si te caes, todo ello si por fin te decides en venir a buscarme―. Caminar es muy sencillo ¿lo recuerdas? Fíjate si es fácil que todos y cada uno de nosotros aprendemos a caminar sin ayuda de nadie. Un buen día, solitos, echamos a andar y ya no hay quien nos pare. Y sí, por supuesto que nos caemos muchas veces, y nos hacemos daño, pero siempre nos levantamos y comenzamos de nuevo. Para recordar cómo se camina sólo tienes que seguir mis pautas. Levántate y ponte de pie ¡con firmeza, sin miedo! Ahora pon tu pie derecho por delante del izquierdo y luego el izquierdo delante del derecho y sigue así hasta que lo hagas sin pensar; hasta que tus pasos te guíen a ti y no seas tú quien los guíe a ellos. ¡Muy bien! ¿Te das cuenta de que no era tan difícil? ¿Te das cuenta de que no lo habías olvidado?

Pero ¿por qué te detienes? ¡Si acabas de empezar, si lo estás haciendo bien! Debes seguir caminando. Sí, sí, te escucho; me estás diciendo que tus piernas flojean, que sientes que de un momento a otro van a hacer que te derrumbes. Pero es normal, no te preocupes. Llevas mucho tiempo quieto, paralizado por el miedo que te acecha sin descanso. Si necesitas ayuda, déjate llevar por el sonido de mi voz. Mis palabras resuenan en tu cabeza y sé que me escuchas, aunque ahora mismo no quieras hacerlo porque te estoy obligando a continuar. Escucharás mi voz hasta que al fin me encuentres.

¡Detente, valiente! En vano tapas tus oídos con tus manos, en vano detienes el camino de tus pasos. Detente y date cuenta de ello. No puedes escapar de mí. No puedes ignorarme. No puedes dejar de escuchar mi voz en tu cabeza. Sé que sientes mi presencia. Sé que en tu mente las palabras rebotan de un lado a otro, entrando por tus nervios y extendiéndose por todo tu sistema central. Te producen jaqueca. Golpean y golpean fuertemente. Son calambres eléctricos que por tus terminaciones nerviosas dejan una estela plateada en la que se puede leer ¡valiente, valiente, valiente! Lo sé. Lo estoy haciendo aposta. Veo cómo se dilatan tus pupilas; son grandes y brillantes. Se mueven fugazmente en las cuencas de tus ojos. Me buscas con tu mirada; no me ves, tan sólo me oyes. ¡Sigue buscando, sigue! No conseguirás verme; para ti soy transparente, cristalino como el agua de una fuente.

¿Cómo? ¿Que te volverás loco si no me callo? Te equivocas, mi pequeño, te volverías loco si cumpliese tus deseos, si mi voz se apagase y te dejase aquí solo, tirado en medio del camino, de tu camino. Del camino que intentas esquivar sin éxito. Es el camino de tu vida, la que te espera ansiosamente para ser vivida, disfrutada; esa vida que desea que exprimas cada bocanada de aire como un recién nacido respira por primera vez en el mundo, concentrando en ello todo su fuerza vital porque, inconscientemente, sabe que de ello depende todo su porvenir. Te volverías loco porque nunca llegarías a la meta que has de cruzar, penarías errante por el resto de tus días, devorado por la conciencia, por los remordimientos, por un millón de «¿y si hubiese seguido adelante?». Tu vida tendría la forma de una espiral infinita en la que por mucho que recorras su silueta jamás llegas al fin y cada día que pasase se haría más y más estrecha; ahogándote, oprimiéndote, impidiéndote volver hacia atrás. Una laguna Estigia en la que vagarías sin opción a salir de ella, rodeado de ánimas y espectros sombríos, que se enredarían a tu cuello con miembros viscosos, cortando tu respiración, hundiéndote en el fondo. Implorarías al Barquero con manos suplicantes, pero él no te socorrería. Nadie ayuda a quien vive olvidado en el olvido. Por eso, ahora mismo, te ordeno que continúes adelante y que prendas tus heridas. Del contacto entre el camino y tus pasos salen chispas diminutas que quemarán las cicatrices que vienes arrastrando contigo. Coge alcohol de quemar, rocía tus pies con él y cauteriza las llagas de tu corazón. Despliega tus alas y vuela hacia el infinito. Siente la libertad del viento que te ofrece tu camino, deja que todo tu cuerpo flote al son de esa ligereza.

¡Ah, muy bien! Veo que te levantas de nuevo, valiente. Eso es lo que esperaba de ti, sabía que no me defraudarías. Y lo sabía porque de verdad eres un valiente, no sólo porque yo te llame así, sino porque por tus venas corre el fuego del valor, el color rojo de la pasión. Aunque en esta última temporada hayas permanecido en silencio, abotargado, sin atreverte a dar un paso por ti mismo. No pasa nada amigo mío. Es lícito. Nadie te puede juzgar por ello. A veces, sin darnos cuenta, perdemos el rumbo de nuestra vida. Y pasa así, de repente, de un día para otro y cuando menos te lo esperas. Tu único problema ha consistido en el miedo que ha guardado tu sombra día a día. Un miedo atroz que ha trabajado sin descanso por hundirte y con el cual no has luchado. Ha sido como un cáncer devorando tus entrañas lentamente, produciéndote dolor y exasperación según iba avanzando en tu interior, infectando cada atisbo de esperanza.

¡No llores, no llores! Ahora no es momento para llorar, los sollozos deben cesar y dejar paso a la alegría. ¡Sí, sí! Ya lo sé, lo has pasado mal, y la palabra mal no describe ni un mínimo del dolor que has sentido. Pero yo te estoy llamando para ayudarte a salir de todo esto. Y es posible que no te des cuenta de lo mucho que has avanzado en un momento. Incluso mientras las lágrimas inundan tus ojos continúas caminando sin cesar. Te lo dije, todo es ponerse a ello; ahora caminas por inercia y todo resulta más sencillo. Y estamos llegando a buen fin, dentro de poco me habrás encontrado, tan sólo debes seguir así. El camino no está siendo tan complicado ¿no crees? Y comienzas a vislumbrar el final. ¡Venga, unos pasos más! Uno, dos, tres… Ya estás tomando la última curva; subiendo la última pendiente.

¿Dónde vas? ¿Por qué das media vuelta? Estás a un paso de concluir. ¿El miedo de nuevo? ¡Deja al miedo ya! Pensé que lo habías abandonado en aquel giro estrecho que tanto te costó pasar. No puedes abandonar el camino una vez que has comenzado a recorrerlo. Fíjate bien, ha desaparecido tras tus huellas, detrás de ti no hay nada que proteja tu espalda. Este camino se asemeja a los segundos vividos que no puedes volver a sentir, por mucho que lo desees, por mucho que te arrepientas y quieras retroceder en el tiempo. Al igual que es imposible volver el tiempo hacia atrás, no podrás hacer nada por deshacer los pasos que ya has dado. ¡No, mi valiente, no! No te morirás aquí; por mucho que nos cueste creerlo, el tiempo no mata. ¡Espera, espera! Por tu mirada adivino lo que te ocurre. No es el mismo miedo el que ahora te acecha. Supongo que es mejor que a éste lo denominemos temor. Si has confiado en mí hasta ahora, presta atención a lo que te voy a decir: nada malo te va a ocurrir. Sé que para dejar el camino atrás tienes que dar un salto al vacío y temes hacerte daño al caer. Los valientes soportan el dolor y apenas notan los rasguños. Y eso es, como mucho, lo que te va a suceder; un pequeño arañazo que mañana habrá desaparecido sin que ni siquiera lo notes. Así que, sin más preámbulos ¡Salta, valiente!

Estoy orgulloso de ti, mi pequeño valiente. Has saltado al vacío como nunca antes lo habías hecho. Pero no me reproches, no te he engañado. Es cierto, el camino ha terminado y te acabas de encontrar con que su final está unido a múltiples senderos divergentes. Hay infinidad de ellos. Unos son más estrechos, otros más tortuosos, otros parecen sospechosamente tranquilos. Debes elegir uno de ellos, y lo debes hacer por ti mismo. Yo te he ayudado a llegar hasta aquí, guiándote con mis palabras. Lo has hecho muy bien. Has tenido fe en mis indicaciones, sin verme, sin haberme encontrado aún, sólo porque mi voz te está acompañando. En eso radica exactamente el significado de la fe, en que nuestra esperanza no flaquee ante las adversidades, en seguir creyendo ante cualquier contratiempo que nos encontremos. Y ahora pequeño mío, dime: ¿Cuál de todos estos senderos vas a elegir? ¡No, no! Yo no puedo decirte cuál. Tu naturaleza, que es la humana, está evocada a la libertad, y debes hacer uso de ella para elegir. No te vas a equivocar, ni te vas a arrepentir. Tampoco te vas a conformar sino que, sencillamente, vas a estar satisfecho de tu elección ¡ya verás! Lo único que debes hacer es tener la misma fe en ti mismo de la que has tenido hasta ahora en mí. Debes estar seguro de tu elección sin dejar ni un pequeño atisbo abierto hacia la duda, para que la incertidumbre no se cuele en tus pensamientos y repte por tu cabeza y tu corazón, dejando a su paso la ponzoña de la inseguridad ya que, sin duda, todas tus perspectivas perecerían, convirtiéndose en hojas secas que no podrías revivir nunca más, pues al cogerlas entre tus manos crujirían, deshaciéndose en tus dedos y únicamente te quedarían pedazos de lo que algún día fueron. Así que, debo volver a preguntártelo, valiente: ¿Cuál de estos caminos vas a escoger?

Has elegido el camino número nueve. Muy bien. Es un camino amplio, serpenteante y con algunas subidas y bajadas bruscas. Si hubieses elegido uno muy llano y recto me hubiese disgustado, ya que los altibajos de la vida son por los que en realidad sentimos que estamos vivos. Un camino que a simple vista no presenta dificultades en su trayecto se puede convertir en el más pesado de recorrer, ¿sabes, valiente? Puede que al principio no lo hubieses notado pero, después de un tiempo, la monotonía comenzaría a hacer mella en ti y tomaría la forma de un grillete encadenado a tu cuerpo y del cual no tendrías la llave para liberarte. A cada paso que dieses, deberías cargar con su pesadez y tus pasos serían lentos y aburridos. Ahora, voy a dejarte aquí para que comiences a andar por este nuevo sendero en soledad. Me da igual que me supliques que me quede contigo; no voy a escucharte, no voy a ceder. Te dejaré aquí y sabrás continuar perfectamente sin mi ayuda. Debes seguir solo para que disfrutes apasionadamente de todas las experiencias que te esperan. De aquí en adelante vas a encontrarte con los sueños que aún no has soñado; vas a besar los labios que aún no has besado; te embarcarás en los viajes que aún no has realizado y, en resumen, vivirás todo aquello que todavía no has vivido. Por este motivo: ¡Adiós, valiente, que tengas suerte!

©Registrado en Safe Creative Código #1608232137830

Por: María Eugenia Hernández Grande (España)

maruspleen.wordpress.com


Únete a nuestras redes:

facbook             twitter-icon-circle-logo             instagram-icon-3cd2e3790075e545be9ea3a14fe12baf             tumblr_256             social_youtube_63

3 respuestas a “¡Valiente!”

  1. Me encanto!!!! También es codependencia estar ahí intentando ayudar para que otro avance, y deje de tener miedo de encontrarse a sí mismo, porque cuando nos enfrentamos a la verdad de alguna forma, nos enfrentamos a nuestra propia desnudez, genial cuando uno se deja ayudar u otro se deja ayudar, en mi caso espere bastante a pesar del dolor que me producía saber que me mentían, espere que viniera, de hecho ahora sigo mi vida pero igual espero que el llegue en algún momento con total valentia para enfrentar la realidad así como yo también estaré dispuesta a ver la claridad de muchas cosas que quiza al final podrían ser maravillosas.

    Le gusta a 1 persona

    1. Millones de gracias!! Es toda una alegría leer tu comentario. Ayudar y dejarse ayudar en los momentos de dificultades es algo precioso y siempre salimos más fuertes después de ellos. Dentro de nosotros tenemos todo un mundo por descubrir y disfrutar y siempre habrá personas que quieran hacerlo con nosotros. Un abrazo y gracias de nuevo 😊😊

      Le gusta a 1 persona

  2. […] Relato «¡Valiente!»; colaboración del 8 de abril de 2017 para Letras&Poesía. […]

    Me gusta

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Entradas relacionadas

A %d blogueros les gusta esto: