Había una brisa conmovedora esta noche y era tan sensible que evocaba llorar.
Vi revolotear a una mariposa y tal fue mi asombro y curiosidad que me pregunté cómo sus alas, siendo tan festivas y ligeras entre las margaritas, estaban predispuestas a llover en esta fría oscuridad.
Las mariposas son almas risueñas, ¿no?
Nacieron diferentes cuestiones en mí, y la costumbre es preguntar y seguir preguntando sin hallar respuesta.
Esto, pues, por consiguiente:
¿Esa mariposa era la única desdichada? o ¿sólo quería paz?
¿Se confundió de horario para salir? ¿Su vida era muy nostálgica?
¿Le gustaba la humedad y no el sol? ¿Estaba enamorada de la luna?
¿Buscaba a alguien? ¿Lo halló?
¿Su pareja mariposa había muerto?
La mariposa era muda y no me dijo nada, mas así, la seguí observando.
Una última duda me floreció en la cabeza: ¿acaso era este el día final de su aleteo?
La vi alejarse, volando como sólo ella sabía hacerlo, y me percaté de lo tímida e inocente que fui para entenderla. Quizá no era melancólica o una sonriente mariposa. Posiblemente era mucho más simple; pero jamás lo sabría. La mariposa mantenía su boca callada como para hablarme y mis oídos estaban llenos de letras y poesía como para lograr descifrarla.
Pero… algún día, si la vuelvo a ver, le diré que fue literatura.



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