Pintura: Markus Haub, http://markushaub.com/
Jamás se nos hubiese ocurrido, cuando ambas tomamos nuestros sacos repletos de juventud, que, al partir, una lluvia torrencial se entrometería en nuestros planes y nos tomaría por sorpresa entre las calles de la urbe. No nos hubiéramos figurado que el sendero comenzaría a inundarse en ese crepúsculo de verano, cuando el calor aparentaba que terminaría consumiéndonos. Corríamos mientras nuestros gritos parecían disiparse por entre el sonido del agua golpeando contra el cemento, como si la naturaleza estuviese gozando de un orgasmo, profundo e interminable. Como si del cielo brotara el sudor de una cogida celestial, que a nosotras nos bendecía con el frío de caudales de agua. Que la emoción parecía asfixiante en ese mar donde todo se desborda.
Gritamos mientras nuestras risas nos aturdían en el intento de cruzar la calle, en ese lago que nos generaba tanta distancia y nos permitía emprender naufragio por entre la senda. Tuve que correr sin mis zapatos, los que casi pierdo; y en mis manos los amarraba con fuerza, pisando las baldosas, empapada de un éxtasis que hacía tanto tiempo no encarnaba en mí.
Llegué a mi casa con la ropa adherida al cuerpo, los cabellos sobre el rostro, los pies descalzos; y deleitándome con el aroma de la tierra mojada, sentí el momento poético que había hecho su presencia, sin haber sido esperado.
Por: Male Biangardi (Argentina)
porcelana-fina.blogspot.com.ar
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