VI
Otros ojos son ya los que te miran,
otras manos las que te acarician,
otra voz la que te ama y te habla al oído entre las sábanas.
Otro abrazo aprieta fuerte tu cintura,
otra cintura forma con la tuya un cuerpo nuevo
y otros brazos, en fin, los que mariposean por tu cuerpo
desnudo, blanco, terso y perfumado.
Yo no estoy aquí para aplaudirte tu futuro,
ni para recordarte el amor que me debes.
No me mientas la vida.
Bébete del cielo todas las estrellas,
arranca la luna y quédate con ella,
coge el Sol, para ti, y guárdalo debajo de tu almohada
toma los mares infinitos,
llévate contigo los pájaros del cielo,
la sombra de los árboles,
quédate, si quieres, con los versos que escribí en el aire,
pero no quieras tener también mi corazón herido.
Tú quieres tener, en jaula de cristal,
como triunfo robado a la vida,
el alma que tengo magullada,
y el alma no, no te doy el alma.
VII
Hay una madrugada transida de dolor
al filo de una noche de inquisitorias y ruegos,
un hondo vacío que llenan las estrellas,
el trémulo rojo del sol aguando las escarchas
y un vaso de amor, vacío, en lo alto de un estante.
El alba blanca me empuja a vivir
sin el beso matinal de aquellas horas,
sin la dulce voz hablando a mi lado,
porque todo pasa, ¿lo sabes?, todo pasa,
hasta el dolor se olvida, hasta la pena pasa,
y el amor, incluso el amor, se convierte en recuerdo
lejano.
No me duelen ya las mentiras pintadas en tu rostro,
cuyos trazos yo leía,
ya no me duelen tus preguntas
cargadas de cuchillos afilados:
estoy curado de ti,
como estoy curado del amor
que me ha enjaulado.
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Brutal.
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