Edición Limitada

Hace tiempo un alma descarriada me dijo:

«Fuego responde con lanzallamas»

Nadie hubiera imaginado cuán cierta era aquella afirmación. Dejando a un lado el saber popular, aquella cita para nada célebre definía a la perfección la siguiente situación. Sarcasmo a sarcasmo, ironía a ironía aquella mujer no terminaba de salir de mi cabeza. No sabía que me hipnotizaba más: su lindo rostro, su carácter o su inteligencia.

Era un instinto que despertaba, por ello sabía que debía apartarme. A su ácida manera… era demasiado adictiva.

Siempre fui la clase de presuntuoso que hacía lo que se le antojaba, servicio completo sin compromiso.

Ella estaba en otra categoría, parecía que escribía sus propias reglas… de verdad. Una fuera de serie, una edición limitada. Eso era lo que creía, con mi copa en la mano; en aquella fiesta. Extrañamente había acudido ella. No podía evitar no mirarla, era consciente de que no se había puesto su mejor vestido; pero tenía algo. Un sex-appeal que te atrapaba y hacía que quisiera arrancarle el vestido; que no se cenñía para nada a su figura.

La metralla estaba cargada, el espectáculo había comenzado y por alguna extraña razón parecía ser yo… el protagonista.

Después se va de camino al jardín. Sí, la estaba siguiendo demostrando así que tenía de todos, menos instinto de supervivencia. Adentrándonos en el laberinto, de repente, se detuvo.

Ese fue el momento, en el que firmé mi sentencia de muerte. La agarré de la cintura, pegándola contra los setos; mientras devoraba sus labios o, ¿ella los míos? Noté como deslizaba maliciosamente su rodilla por mi pene duro. Me perdí en cada curva, acelerándome a cada bocado suyo. Subí mi mano por su muslo, para adentrarme en sus bragas. Noto que muerde mi labio fuertemente y dice:

La irracionalidad se apodera de mí y la giro; teniendo su trasero pegado a mi Frankfurt. Noto como ella pone su culo en pompa, no dudo en adentrar mi mano en su clítoris. Me da un cabezazo, se aparta y noto como la sangre sale de mi nariz…

Mientras sigo alucinando, tira de mi mano para el coche.

Llegamos a mi casa y no pasamos de la entrada, cuando se quitó el vestido. ¡Madre mía! Jamás hubiera adivinado lo que se escondía tras el vestido… Temenda. Mientras flipaba, ella ya me había pegado contra la pared, su lengua jugando con mi pezón. Acababa de descubrir que me gustaba… Una de sus manos estaba ya entre mis piernas, tocándomela, ¡qué ganas de  metérsela! Estaba desnudo, ella aún en ropa interior, de rodillas comiéndomela. Entre jadeos consigo decir…

Ella para un instante y me mira, lujuriosa.

Vuelvo a notar la calidez de sus labios, envolviendo mi pendrive… corriéndose. Ella se aparta un poco y veo como la corrida se desliza por sus labios hasta su escote. Aturdido pero guiado por el hambre invisible, la cojo de la mano y la llevo a la habitación. De nuevo, intenta mandar pero esta vez la empujo a la cama; yendo detrás arrancándole las bragas.

Quiero torturarla, derritiéndola a fuego lento. Beso, lamo y muerdo cada poro de su piel, me ensaño con sus senos, su pezón… Hasta que se lo como todo; sin dejar nada allí abajo. Mi lengua quiere más y más de ese jugo que ella sólo sabe dar. Consigo que se corra pero… ¿acaso alguien lo dudaba?

Me coloco enzima de ella, nos miramos unos instantes y volvemos a empezar. Arañazos, bocados, gemidos… Cuando estaba colocándome el preservativo,  se muerde el labio y dice:

Se coloca a cuatro patas y yo hago lo que mejor sé hacer: Meter y sacar. Disfruto de la turgencia de su trasero y de todo. Caigo rendido, cuál bebe y cuando despierto ella no está. Esperable.

En el trabajo, sigue tan altiva como siempre. En un descanso, la pego contra la pared pero ella me da un rodillazo en los huevos.

Se aparta con cierto toque de asco.

Rueda los ojos y se va.

A la salida del trabajo, justo cuando la alcanzaba, la agarro y me dice:

En ese momento, pita una moto y se baja un tipo. Observo como se besan y lo entiendo todo.

Me ha usado, igual que se usa el papel del baño.

Aquí sigo yo, con la copa en la mano en un antro de mala muerte. Rememorando cada gemido de ella, la sed de ella mientras sé que no es para mí. Entiendo por primera vez, el daño que he hecho a  otras mujeres por cabronazo. Mientras me sigo preguntando que le he hecho al puto karma, para hacerme comprender por dolor y no comprensión.

No sería más el mismo pues no volvería a cruzarme con una edición limitada como ella.

Ahora, a la cita que alguna vez oí me atrevería a añadir:

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