Queriendo a la literatura me sumerjo en una reflexión con grandes recovecos. La dicotomía entre literatura de placer y la de gusto es lo primero que te enseñan cuando entras a estudiar una Filología. Saber diferenciar lo que te puede dar satisfacción pero que no tiene por qué corresponderse con calidad literaria, y lo que canónicamente se imponen como literatura de calidad que puede o no darte satisfacción pero que necesitas conocer para disfrutar del resto.
Curioso, cuanto menos. Así como sospechoso.
Somos conscientes de que hay generaciones en la historia literaria que han supuesto un antes y un después en cuanto a estilo y temática. Pero, ¿por qué en los estudios elementales se nos imponen unas y no otras?
Por ejemplo, por qué no me hablaron de toda la literatura latinoamericana que denunciaba las dictaduras de Rosas, y tampoco de la literatura española de la transición que retrataban una asolada sociedad. ¿Por qué son esas cúspides de la pirámide social quienes eligen sobre lo que debo o no leer?
Existe ante este suceso un fenómeno que se repite generación tras generación, pero que actualmente se encuentra más que afianzado. El boomeran: la literatura barata, la cómoda, la que todo el mundo puede leer pero que no supone ninguna crítica, no aporta reflexión, y tampoco cultura, mucho menos capacidad de análisis.
¿Por qué cuando preguntamos sobre «qué lees» la mayoría son best sellers sin contenido? O libros sobre cómo encontrar la felicidad.
¿Estamos creando una sociedad que vive en la inopia?
Una sociedad que no movería un dedo, ni tampoco reflexionaría, sobre cómo puede salvar al mundo.
Obviamente, las excepciones existen, pero volteemos la mirada a nuestros círculos sociales y observemos cuán porcentaje hay de lectores que valoren la literatura de calidad y crítica.
Esto no es un tema que considere que esté bien cerrado con este pequeño inciso, pero comenten, ¿consideran que nuestros gustos literarios son libres? ¿Consideran que existen lectores críticos a mansalva? ¿Qué sociedad literaria tenemos?




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