Sin más, el tren se fue,
despacio, sosegando el pasar
de una vida bohemia.
Y el chasquido de metal,
sonó como portazo hueco,
¡ el tren ya se va!
y agitando la mano,
despido, quizás, alguna verdad,
un refresco y una carta,
aquella de la victoria, el as
con el que gané la partida.
Pero el adiós fue total,
y aquella era otra partida,
sin remilgos, ni súplicas,
ni remiendos, ni maldad.
Sólo en la estación,
dando la espalda al tren,
caminando lento, muy lento,
hacia el agobio, hacia la calle,
buscando, quizás, otro viaje,
otro billete, otro tren.



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