A quién le compete decidir sobre
cómo queremos vivir.
Decidir sobre quién debe o no estar en nuestros días,
o noches.
Porque existen irremediables,
personas de las que no podríamos prescindir,
a pesar de arrancarnos
los pocos latidos
que puedan quedarnos.
Pero, a quién le compete decidir
sobre el curso de nuestro río
la hora de nuestras mareas
o la bajada de nuestros astros.
De ser libres, nadie se vería en vicisitud de
alejar la toxicidad del control,
el aura del sistema.
Hay aspectos,
sentimientos,
tradiciones
que pueden ser remediables
con únicamente
conciencia y tesón.