La emancipación de su abrazo arribó como desconocida sin ganas de entablar conversación, desmesurada al principio, reacia a lo inevitable. Inició cuestionando todas y cada una de las decisiones tomadas, y al oído me susurraba que no llegaría ese día en que yo podría voltear al lado contrario de la calle y sonreírle sin lamentarme.
La emancipación de su beso fue distinta; más bien indiferente a lo acontecido, pues sabía que desde tiempo atrás ya nada funcionaba, y me observaba tranquila mientras por las noches yo intentaba -simplemente- dormir.
Y como pasa con todo lo que existe, lentamente elegimos un sitio en donde descansar de los días difíciles. Volvemos a ocupar nuestro espacio ideal.
Hoy ambas me acompañan y me envuelven tan dulce y fuertemente, que la corriente de aire frío que entra al abrir la puerta no se siente igual. Hoy, el día es perfecto para ser y estar mejor.
Fotografía: Escultura «El beso», de Tosia Malamud.



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