Recuerdo los tiempos revolucionarios
con los versos ardientes
de los poetas Mayakovski
y Batshiku.
Poemas como las bouvardias
níveas y carmesíes
en periodos eternamente
estivales.
Aquellos noventa y ocho años
en el Puerto de Santa María.
-¡Oh tórtolas desteñidas!-
Nadie supo más de los hedonistas,
nadie.
Las pinturas de Cézanne en el más preciso postimpresionismo
servían de tabaco a los comunistas,
qué tiempos más agrios corrían
por aquel entonces.
El fulgor de las mañanas
subsistía en decadencia,
ya nadie recordaba
esas alegorías,
era como si el tiempo
diese, en soledad,
sus propias pinceladas
de arrogancia.




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