Duermo desnuda.
Envuelta en humo.
Escribo a la luz de dos velas que parpadean a la vez que me inspiran.
Doy caladas a recuerdos que secan mi garganta y solo dejan mal sabor.
Perdí la voz de tanto llamarte en silencio.
Mi cama se hizo enorme.
Mis manos pequeñas.
Sigo escribiendo mientras las velas se consumen, como yo, imagino.
Somos un reflejo.
Me miro en ellas y su fuego parece devolverme una sonrisa.
“Aún te queda mecha que quemar”, me dicen.
“Aún te queda llama.
No dejes que nos apaguemos sin más.
¡Sopla!…
…Y pide un deseo…”
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Muy bonito, Alícia.
Enhorabuena!!!!
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Acabo de leerlo! GRACIAS!!!! 🙂
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