Te escabulliste,
un buen día, de improvisto,
haciendo ruido,
y marcando el terreno.
Y te fuiste,
sin escrúpulos,
sin miramientos,
solo el adiós compartido
y un icono de ironía,
en el muro de las lamentaciones.
Y la razón de tu huida,
de tu sutil misericordia,
de tu palabra maldita,
de tu historia fatídica
y de tu promesa incumplida,
todo es público y notorio,
ante los amigos virtuales,
seguidores del incordio.
Sí, se terminó lo que se daba,
y se rompió de repente,
sin esperas, sin bagajes,
solo pedazos y silencios,
penumbra y sinrazones,
piedad atormentada
y un móvil desecho
sin cobertura,
sin intenciones.
Y en la mesilla de noche,
sin batería, sin aspiraciones,
internet se cruza en el camino,
socializando tu despedida,
dando pábulo a los rumores,
y haciendo eco por las esquinas
del mensaje contrariado,
viral respuesta sustraída.
Te fuiste, lo sé
lo supo todo el mundo,
aquel día, por la red.



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