El Señor fue buen jugador.
Fueron fichas como de ajedrez, y los pájaros de barro no volaron.
Escondido tras las buenas almas estaba al que llaman diablo.
Prediquen, prediquen, hijos míos, decía alto el de cara roja.
Rieguen mi palabra y no cometan pecado, mientras yo les pongo el pecado a los ojos.
Paguen sus impuestos. Si no tienes dinero no podrás tener salvación.
No se vayan por las quebradas, desobedeciendo el cauce de mi río.
Y dijeron amén. Y todas las madres oraron y cerraron las puertas.
Bebimos de la sangre de su Jesús, sí, de su Jesús que él regó.
Y no va a ser pecado si la sangre que se riega es la del enemigo.
Y no será el diablo si no tiene un tridente.
Y los hombres se sacaron los ojos de tributo para su señor.
Joselyn Revelo



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