¿Quién te dijo?

¿Quién te dijo que yo quería ser salvada?

No recuerdo la última vez que mirara al cielo y pidiera ángeles de repuesto o alas de emergencia. No recuerdo haberte abierto mi vida para que entraras.

¿Quién te dijo que estaba rota y quería que me cosieras?

No sé amar la intención de remendar recuerdos que son tuyos, de borrar un pasado que ni siquiera sé si quiero o puedo dejar atrás, de calmar culpas que nunca se lavaron en tus manos.

Deja abierto lo que está muerto.

¿Quién te vistió de sol, cuando yo no pedí luz?

Cuando solo quise quedarme con un par de demonios que en tus brazos sabían jugar a ser Dios, que de noche sabe mejor no ser de nadie, que tu nombre era algo que solo tenía que saberme de memoria y no hacerlo un capítulo de mi historia.

¿Quién te enseñó a vivir así?

Como si el mundo fuese bueno, como si las guerras solo existieran para valorar la paz, pero de tu paz yo prefiero ser guerra. Por eso aquí tienes todas mis ruinas, están en el campo todas mis batallas, todas mis ganas pérdidas y luchas incineradas.

Ja, suerte y a ver qué haces con ellas.

¿Quién te dijo que podía sentir más de dos veces?

Es que ya se me olvidó como se quiere, porque solo me enseñaron como se olvida. Porque intentar hacernos uno sería tentar a mis sueños, sería darte mis errores en bandeja de plata, ponerle un puto parche a mi corazón tuerto y darte luz verde para besar con intención desde la frente hasta al talón.

Si ese, el de Aquiles.

¿Quién te dijo que no podía voltearte el juego?

Tengo suficiente corazón para romper el tuyo si en el intento me destruyo, que no me va a importar correr si me intentas amar demasiado cerca de la pared, que seguramente voy a intentar huir si me aprendes demasiado.

Que no sé qué hacer conmigo, pero no quiero que te vayas, porque quiero seguir preguntando.