Después de tanto tiempo queriéndote utilizar cual trampolín, vuelves a mí, acercándote con tu facha de siempre, con tus gestos raros, con esos actos inexplicables.
Me hundí en un lago, en un estanque, en una triste piscina. Me hundí contigo y en ti, esperando que los muchos metros cúbicos desbordaran el enorme contenedor hasta sacarme de allí y escupirme en cualquier sitio, olvidándose de mí; alejándome de ti.
Te leo. Te leo de verdad, y encuentro recuerdos que son de nadie más que tuyos y me siento perdida; esta vez en un bosque de tierra blanda que nunca antes había pisado, y vuelvo a ver tu frente arrugada, tu boca mascullando, tu cuerpo extendiéndose encima del mío, poniéndome a prueba como casi siempre.
Comenzamos con la misma escena, y nuevamente me siento devorada, aniquilada. Caigo rendida ante ti.