A expresar lo que siento no me gana nadie.
O eso creo.
Me paso la vida inclinándome en una barandilla
que tiene vistas a un futuro incierto.
Estoy tan acostumbrada a ver un horizonte negro
que ahora cualquier alegría
se convierte en algo más que un simple triunfo. Pero no me asusta.
Me prolongo con el tiempo
y guardo la esperanza
a que algún día, por pura intención,
estemos juntos en mismo rango
sin contar aquello que nos separa.
Y es que yo qué voy a deciros,
si el amor ha llamado a mi puerta
y antes de pillarme el corazón
abrí la cerradura con la boca.
Qué voy a deciros,
si la única llave que sirve
está muy lejos
para abrir la puerta.



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