Son tus manos sacramento
bendecido en carne viva,
pero sin fundamento.
Son las vías del reproche
quienes me llevan de la mano
a desposarme siempre en vano
y a desearte desde anoche.
Son tus labios la bebida,
aquella hostia es tu cuerpo
y mi deseo el anticuerpo
que en ti no tiene cabida.
Es el íntimo nocturno
nuestro eterno celador;
mi apacible comedor
tu cama que está en Saturno.
Es la tregua codiciosa
nuestro vil y fiel contrato
pues no existe ni un mandato
que nos ciña a cruenta prosa.
Y es tu voz el “sin embargo”
que me lleva tantas hojas,
que enciende mejillas rojas
y deja un sabor amargo.



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