Solo las cunetas son oscuras

No lo recuerdas…

Un paso y otro,
lentos, pausados,
entrelazándose con el rítmico vaivén
de un brazo y otro.

Un guijarro salta.
Se burla de mi paso…
Deja caer su cruel carcajada
entre otros más reservados.

Se presenta una curva.
Más tarde una pendiente
y me lanzo al declive.
Y siempre… un paso y otro.

No importa el tiempo.
Mis pasos se imponen.
El guijarro se mofa de mi cabeza,
de mis brazos… de mi cuerpo.

Olvido mis pies,
borro cualquier rastro de mí.
Sepulto mi razón.
… aparece un susurro.

Palabras sibilantes me rozan.
Mis pasos, dueños,
son dominados por aquellas…
Invisibles hilos de acero.

Comienzan un sigiloso arco,
mientras mis ojos, vendidos,
se tuercen en otro…
Oscurecidos por centelleos.

No pienso en el tiempo,
terrible, doloroso juez.
El murmullo se alza,
Intimida sonoramente con su silencio.

Veleidoso y gélido,
me enfría.
Mis dedos quedan entumecidos,
los músculos agarrotados.

Mis ojos solo ven
esa cadena sutil,  tirante,
que en unos pies
ponen su fin… o su inicio.

Un parpadeo repentino.
Blancura que sobresale,
claro destello
entre la penumbra.

Una mano cobra vida,
recupera cierto calor,
y la coge.
Suave piedra blanca.

Me adueño de ese dulce peso,
y hebras de calor
combaten aquel frío.
Se aclaran mis ojos.

No lo recordabas…

Giro lentamente el rostro,
el cuerpo…
Me enfrento a aquellas palabras
y, valiente, doy la espalda.

Recupero un paso y otro,
retoman su juego con los brazos.
Los ojos fijos en el camino de guijarros,
aún sinuoso y con elevaciones.

Distintas palabras mudas,
toman mis pasos.
Y mientras… paladean mi nombre.
El olvidado.

Solo las cunetas son oscuras.

11

Una respuesta a “Solo las cunetas son oscuras”

Deja un comentario

Este sitio utiliza Akismet para reducir el spam. Conoce cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Búsqueda avanzada

Entradas relacionadas