Siempre escuché de mi madre
que de donde no me convenga estar,
debo alejarme,
y que si me quitan la risa,
tengo que sacar el doble de fuerza.
Si algo interioricé de su sabiduría
es que a sus cuarenta y ocho años
tiene arrugas en la piel,
pero ni un solo corte en el corazón.
Por valiente.
Y si algo aprendí,
es que da igual cuánto duela,
si tú no dejas
que traspase
el dolor.



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