No fue más el deseo de la llegada que el alivio de quitarse los zapatos por primera vez en cuatro días. La odisea se estaba reescribiendo por aquellos mundos perdidos, alejados de la conciencia y la cordura.
Bosques de razones me empujaron a zambullirme en aquella locura pero la realidad me abofeteó cruelmente para hacerme morder el polvo. Todo se había caído y yo, muerto de sed y exhausto, anhelaba por todos los santos del cielo, un sorbo de agua fresca y un baño reconfortante para relajar mis pies.
Y desde primera hora, el anhelo pasó a ser tortura y la tortura desapego pues con los zapatos nuevos y mi inocencia por estrenar, el camino se me atragantó y no veía el momento de aterrizar en un albergue o una zona de descanso definitiva. Y todo se torció desde el principio: las esperas, los atajos, las falsas ayudas y la pérdida de los equipajes en la estación de autobuses. Atrás quedaron las quimeras y los hitos. La realidad llamaba de repente a tu puerta para despertarte sin anestesia y con un dolor de huesos tremendo.
Si el sendero se hace al andar el mío fue una carrera de obstáculos pues cuando no sentía un escozor en la pantorrilla, un esguince me paraba en medio de la nada. Todo me superaba y lo que parecía un paseo fue una maldición constante. Una aventura no deseada que se convirtió en una pesadilla, en una peregrinación hacia el descanso y en un deseo irremediable.
No pude tener peor estreno en mi Camino ni ansia más grande en concluirlo. Pero el peregrino no es peregrino sin unas rozaduras en los pies y una mochila pesada a la espalda así que cuando, después de treinta días arrastrándome por los campos, soportando los envites del tiempo y luchando contra la naturaleza, llegué a Santiago, no paré de llorar en todo el día. Aunque me dolía hasta el último músculo de mi cuerpo, extrañamente me sentía vivo, capaz de hacerlo otra vez.
Sí, imposible de explicar hasta que no se vive. El peregrino es así, hecho de piedra y sangre, ceniza y lamento, lágrima y alma.
Hola José Carlos,
El esfuerzo y sacrificio del peregrino.
Un gran relato.
Un fuerte abrazo.
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Gracias amiga, me alegro que te guste. El mundo del camino, el peregrino y su mente… me fascina. Y lo que digo siempre…a seguir haciendo camino. Un abrazo
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Se podra convertir, en un martirio, pero si al final sientes que volverias a hacerlo, es porque ha merecido la pena y tiene que ser un cumulo de sentimientos muy satisfactorios..
Linda experiencia!!!
Gracias!!!
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Gracias a ti por estar ahí, por invitarme a seguir, por apoyarme siempre. Un fuerte abrazo
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Cuando estás en el límite de tus fuerzas te das cuenta de lo vivo que estás.
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Totalmente Leonor. Una experiencia dura e intensa. Un cordial saludo
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