A todos los que quieren verme arder hasta que se me calcinen las entrañas, permítanme ser yo quien les regale el cerillo. Estas letras que crepitan son para ustedes.
A él, que vive de torcer el pasado y adornarlo con villanos cuando el único traidor en su vida es él mismo.
Para él, me gustaría desflorar más coplas, pero cinco versos son demasiados pétalos para tan poca flor. La luz se mofa del estribillo que despunta la aurora y yo no puedo evitar pensar:
qué triste ser primavera y no tener quien te verse el sol.
Y cómo olvidarme de ellas, las que son adictas a inmiscuirse en la prosa que no cuenta su nombre porque a ellas, su rabia narcótica y la poca existencia les robaron hasta el apellido.
A ellas quisiera recordarles, que yo no me invento santos de bolsillo ni moral improvisada, yo reconozco que hay demonios que se asoman entre las comas y los suspensivos. Ellas pueden acentuarme con el vocablo que quieran, al lenguaje le sobran agravios y pueden elegir el que mejor les parezca porque a mí no me interesa jugarme palabras.
Yo soy verbo y no espero que a quien le falta nombre lo entienda.
Y a ustedes, que por cada vez que me inventaron un poquito más mala, me la creí un poquito más: él, sus nuevas sábanas que me envuelven, yo y mis gemidos en voz baja, se los agradecemos.
Y puedo contarles de más de esas veces en las que había potencial pero faltaron ganas y yo moría asqueada. Pero hoy, yo quisiera agradecerles por darme los mejores renglones que esta pluma imprudente podría escribir, incluyendo esta lírica floja que desperté por chingar porque la verdad, chingar también es poesía.
😍
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•~… tremendo, y si esto es chingar en prosa poética, cuando se te acaben los los fósforos hay que conseguirte más… me encantó!~•
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Muchas gracias por tu comentario y por leerme, Aileen. Un abrazo desde México. 🙂
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(Y)
❤
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