El silencio marchito resuena
en la sala, ocultas rapaces
acechan en los recovecos de
las lúcidas estancias pomposas.
Olores perniciosos revelan
presencias indeseables cercanas.
Livianas conversaciones presas
de sus afilados anzuelos grises.
Las palabras sinceras penetran
como cuchillas en sus oídos.
Se retuercen espasmódicamente,
aullando la salida en tropel.
Vomitan maledicencia en tinta,
ríos de improperios arrastran
a los incautos, presas difamadas
palidecen ante sus mentiras.
Acucia a todo este azote
tempestuoso, nadie se libra
de sus estragos; solamente
aquellos desposeídos de honra,
cubiertos de lo alto son indemnes
a estas llamaradas envidiosas.
Caen lentamente los dorados
pétalos del jardín popular.
Flores marchitas dudan su ser.
Son las vidas truncadas por venenos.



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