De una espada acostada y del color invisible del frío,
está hecho este rincón del sur, donde te busco.
Y no hay sino agua endurecida y viento que silba;
y no hay sino, sólo aves que te traen consigo.
En el pecho del lago, en su centro atérmico,
las patas torpes de un cisne, carcomen el hielo.
El gélido suelo se astilla con cada paso,
y el chirrido metálico de la superficie quiebra el vacío.
En la falta de sonido y fuego, recuerdo tus manos
que alcanzaron las mías hace poco tiempo,
hace apenas, un puñado de horas.
Recuerdo su temblor, cuando nos mirábamos.
Tu voz se escurre, entre árboles adormecidos
y vegetación moribunda, y llega a mis oídos
sin tocarme ni alterar el silencio.
Llega trayendo todo a la mismísima nada.
Si me preguntan a qué sabe este lago;
de orillas escarchadas y líquido estático,
de apariencia glaciar y cantar enmudecido;
diré que sabe a tu boca, porque me robó el aire.
Me has hecho viajar a ese lago.
“De una espada acostada y del color invisible del frío…”
Me parece maravilloso. Y el final, la culminación de una vida.
“Si me preguntan a qué sabe este lago; (…) diré que sabe a tu boca, porque me robó el aire”.
Muchas gracias por tu poesía. Un saludo.
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Lothrandir, muchísimas gracias por este bello mensaje! Me encanta poder transmitir esas sensaciones
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¡Qué real que suena…!
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