Presiento que has ganado
y no me cuesta admitirlo.
Qué fácil reconocer la derrota
cuando se pierde ante ti.
Qué bonito admitir
que he caído en tu órbita,
en tu red imantada,
qué fácil dejarse ir
y admitir que no siempre se gana.
Es curioso,
(me) he perdido en esta guerra
que tú y yo hemos librado
y, sin embargo, ahora
me encuentro, por fin,
tras tantos años.
Nunca me gustó perder
y he luchado con más armas
de las que jamás pensaba.
Sin embargo, en la derrota
me siento bien, liberada,
sin más noches de cuartel.
Y es que a veces las victorias
están sobrevaloradas,
de qué nos sirve ganar
una batalla sangrienta,
si en mi derrota hay más paz
que en cualquiera de tus guerras.



Deja un comentario