Una vez alguien me dijo que la vida no es como los cuentos, que no existen los finales felices, que la magia es tan solo una ilusión.
Nunca lo creí del todo. Nunca lo quise creer.
Hoy sé que no era verdad.
Hace tiempo que camino por calles sacadas de algún cuento de mi infancia, no he dejado de encontrar miradas más poderosas que cualquier hechizo y personas con superpoderes que pasan desapercibidas. He viajado en el tiempo con un libro, una canción, un verso. He vivido milagros y he sido testigo de aquello que supera a la razón. Pedí deseos que se han cumplido y comprobé como la Fe mueve montañas, realiza imposibles, ahuyenta miedos. Me he perdido, me han salvado y he salido al rescate en más de una ocasión. He abrazado en la ausencia, llorado, reído, he amado sin límite, he pedido perdón.
A estas alturas del cuento, no me preocupa el desenlace, amo tanto la trama que no me inquieta el final.
De alguna manera me ha recordado al «Yo sí creo en las hadas» que gritaban los niños en la inmortal Peter Pan. Magnífico, sobretodo «amo tanto la trama que no me inquieta el final». Un saludo y hasta pronto.
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