Un tango en el retiro

Entre el verde del Retiro suenan las notas de un tango argentino. La voz de Gardel se pierde entre el verdor del pulmón de la capital, atrayendo a los que pasean entre los caminos laberínticos del parque.

Con más arrugas que cuando con apenas dieciséis años aprendió a cruzar las piernas al ritmo de la música, baila exactamente igual que entonces. La falda bermellón revolotea a su alrededor, haciendo parecer que flota a un par de palmos por encima del resto de mediocres bailarines que lo intentan a su lado.

En verdad su compañero no es experto bailarín, pero su destreza hace que ambos brillen con intensidad en las tardes de canícula madrileña. Por amor al arte hacen las delicias de turistas sorprendidos y también de los de siempre, que acuden puntuales a las citas domingueras de última hora, anónimos, pero que son fieles espectadores, dispuestos a aplaudir y emocionarse con cada quiebro.

La juventud de las carnes la ha abandonado hace poco, pero su espíritu sigue prieto y es más joven que nunca bajo las luces tardías del último domingo, bailando como si no fuera a haber otro al final de la semana próxima.

Imagen de KotaroHattori en Pixabay.

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