No son las ganas, ni las arrugas,
ni el dolor de rodilla, ni la gastritis,
no es la presión arterial, ni las pastillas,
no es el cansancio, ni fatiga.
Vejez es la excusa más barata,
la justificación más sencilla,
la forma más fácil de evadir y evadirse
y culpar al tiempo por la consecuencia de nuestros actos.
Estar viejo es autocompadecerse,
limitarse, sentirse en el penúltimo día de vida,
caer en la despedida constante,
creer que lo vivido es suficiente y que soñar no vale.
Vejez, traición de la mente,
juzga al cuerpo por sus cambios y no por sus logros,
creyéndose antesala de la muerte,
en lugar de ver la vida con sabios ojos.
La vejez vive en la mente y no en la piel



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