Algunos llaman a nuestro amor añejo y yo les digo que eso es bueno, que significa que ha madurado con los años y es sereno. Que aún me recreo en tu rostro que acaricio con cuidado apartando el cabello revuelto por el viento y que pese a haber perdido su color aún tiene esos matices que me envuelven y en los que a veces me pierdo. Antes era del color del coñac, ¿recuerdas? Te decía que te bebería entera y de un solo trago. Ahora apenas me miras, perdida en un mundo que te aleja de mí dentro de este mismo cuarto. Te hablo y casi no contestas, diluida en un mar de recuerdos confusos cada vez más tormentoso. Y entonces por un instante regresas agitando tu melena, corriendo descalza por la playa, cantando nuestra canción favorita. Reímos de nuevo, apurando esos minutos hasta el último sorbo.

Deja una respuesta