Mis ojos se tensan para adentro,
hasta la médula. Como un arco.
Para que las pupilas como flechas,
tomen impulso y despeguen.
En el medio del bosque, niña;
¿hasta qué árbol llegarán?
Los pinos y sus agujas,
como costureros o erizos de mar.
Del mar verde, que su unión forja.
Los pinos altos y puntiagudos.
Los eucaliptos, en cambio;
ostentan en hileras largas,
su pálida y perfumada madera;
como espirales de hojas opacas.
Las hojas se sostienen
con una mano larga y verde,
como lanza de celulosa;
como una serpiente dormida
que muerde el tronco, la rama
o la corteza madre de todas.
Las ramas jadean
cuando el viento las saca a pasear.
Paseo diminuto; recorrido leve;
tan corto como su brazo ocre lo permita.
Neftalí tenía razón niña,
somos el musgo impávido que mira.
Observa las flores, la huracanada ira
de los árboles muriendo de pie.
Y nosotros niña, independientes
de la tierra, y muriendo de rodillas.



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