Oda a la delicadeza
Con dedo ligero cual pluma,
Ciencia digital, táctil arte,
Con un toque tímido en suma,
Así necesito apelarte,
Solicitarte con un gesto.
En este contacto con tacto,
Sintiéndome torpe y molesto,
Sobre tu brazo cuido mi acto:
Pues temo, si palparte intento,
Que te evanescas en la acción
Y no hayas sido sino invento,
Quimera, fantasma, ilusión,
Temo con fervoroso miedo
Que al tocarte yo, ¡cuán osado!,
Se me queme el profano dedo
Que osó tocar fuego sagrado,
Temo hacer rodar tu rocío
De lunares con un espanto,
¡Temo ser el escalofrío
Que te haga poner un cruel manto!,
Temo, yo, tan bruto, aturdido,
Si te acaricio onde no hay lana,
Delicado hombro desvestido,
Romper tu piel de porcelana
Y temo que mi helada mano
Al rozarte acaso te hiera
Como hiere el hierro tirano,
De Edward la rígida tijera.
Cumplida esta acción temerosa,
Al final de esta gran proeza,
Esta labor la más costosa
Que es la de la delicadeza,
Miedica a que dáñente incluso
Palabras mías en su vuelo,
Te pregunto, un poco confuso:
«Perdón, ¿tendrías un pañuelo?».
Tocar tanta fragilidad… pecado o herejía?…. besos al vacío
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¡Delicioso poema!
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